De todos los cuentos infantiles, el de Peter Pan se lleva un puesto de honor. Todo el relato emociona, como aquel momento emblemático de la persecución del niño de Nunca Jamás a su sombra. Una búsqueda de enormes esfuerzos que acaba en una pelea de esa sombra huidiza con su “soberano”. Sólo al final, Wendy consigue coserla a los pies de Peter, dejándola así aprisionada.
Miren por dónde, a nuestro queridísimo Juan Pablo II, mañana beato, le sucedió algo parecido, pero al revés. Una sombra le acompañó, atándosele en todo momento; de modo especial en sus últimos días.
En efecto, un hombre, apenas estrenadas las 25 primaveras, prometió nunca separársele –y lo cumplió hasta el final. Me refiero a Don Stanislaw Dziwisz. Y si en el cuento Peter perseguía a su sombra desesperado, en este caso fue la sombra, Don Stanislaw, quien siguió a Juan Pablo II, quedándose a su vez escondido.
Algunos han querido verle como la voz y las manos de Juan Pablo II. Tal vez sea un poco exagerado. Pero queda claro que Don Stanislaw, como normalmente se le conocía en la Curia, mantuvo una estrecha amistad con el Papa, quien nunca puso en duda la lealtad de su secretario. Día y noche, en los momentos de alegría y en aquellos de prueba, la sombra permaneció fiel.
Pocos como él llegaron a conocer más íntimamente a Juan Pablo II y le velaron con tanta confianza. No obstante, Don Stanislaw nunca ha buscado honores; sólo se ha dedicado a servir. No ha pedido otro privilegio mayor que el de permanecer al lado de Don Karol Wojtyla en Cracovia, y de Juan Pablo II en Roma. Y el Santo Padre recompensó a su Secretario esta gran humildad al conferirle la dignidad episcopal. Todo lo demás, día tras día, siguió su rumbo en las sombras de la secretaría.
Pero, ¿por qué presentar en un artículo la imagen del Secretario del Papa en estos momentos en que celebramos la beatificación de Juan Pablo II? Ante todo, como muestra de agradecimiento. Este hombre ha dado y da aún su vida, minuto a minuto, para poder atender al Papa y servir a la Iglesia. Y lo hace desde su puesto: en la oscuridad.
Y en segundo lugar, porque existen millones de “personas-sombras”, como Don Stanislaw con el Papa, que cuidan de nosotros y nos confortan con su cercanía y afecto. Sin grandes aspavientos, pero con cariño infinito. Peter Pan, estoy convencido, nos tendría envidia... Y sin embargo, cuán poco nos damos cuenta de algunas de estas sombras que, como una especie de sedante, hacen más llevadera nuestra vida.
Desde estas líneas quiero agradecer a todas esas personas. Con su presencia permiten que esto de ser humano resplandezca. El mundo, y el Pontificado de nuestro querido Juan Pablo II, no serían lo mismo sin ellas.
GRACIAS, QUE MARAVILLOSA EXPRESION Y DESCRIPCION DE QUIEN FUERA EN VERDAD LA SOMBRA DE KAROL WOYTILA. CUANTAS VECES EN SUS MOMENTOS DE DESOLACION LE AGRACEDERIA CON PALABRAS O SIN ELLAS, CUANTAS VECES EL SOLO SABER QUE CONTABA CON EL AMIGO, LE FORTIFICARIA Y ALEGRARIA, CUANTAS VECES!!! DIOS LE BENDIGA A ESTE HOMBRE MARAVILLOSO QUE EN SU OSCURIDAD Y ENTREGA HIZO LAS VECES DEL ANGEL GUARDIAN, EN LA TIERRA. GRACIAS A USTED POR EL RELATO. MARINA ARANGO.
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