Acabamos de ver aquí en casa las dos partes de la séptima película de Harry Potter. Yo, lo reconozco, disfruté mucho. Hace ya tiempo que me carcomía la ilusión de ver en la pantalla lo que la lectura de los libros de Rowling me había regalado en numerosas tardes paseando por sus páginas: un buen entretenimiento y la emoción que proporcionaban las aventuras del estudiante de Hogwarts. Sí, las películas me gustaron... y también pude aprender un poco de ellas.
San Pablo da una recomendación en la primera carta a los Tesalonicenses que a mí siempre me ha gustado mucho: «examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (5, 21). En este sentido, en cada lectura que hago, en cada experiencia, en cada película busco sacar alguna enseñanza que luego pueda aplicar a mi vida. Y "Harry Potter y las reliquias de la muerte" no fue la excepción.