«¿Por qué los curas y las monjas no pueden casarse y tener hijos?». Ésta fue la pregunta que me lanzó el otro día una joven de 17 años, con ojos exigentes, deseando una respuesta a su gran interrogante.
En ese momento le dije que, en realidad, se hacía una opción de vida. Sí, el matrimonio es hermosísimo y la Iglesia misma no se cansa de defenderlo. Pero los sacerdotes y las monjas deciden, por voluntad propia, renunciar a este don para dar su corazón no sólo a un hombre o a una mujer, sino a Dios y a todos los hombres.
Unas semanas después, me di cuenta que no dije toda la verdad: los curas y las monjas sí tienen hijos. ¡Cómo no se me ocurrió comentarle el hecho de Sor Anne Thole!
Sor Anne, de origen alemán, llevaba 35 años a sus espaldas, dos de ellos trabajando en Sudáfrica. Además de ser superiora de novicias, ayudaba en la misión de la Iglesia católica romana de Maria Ratschitz, a las afueras de Dundee, donde se dedicaba a atender a enfermos de sida.
Todo parecía una vida tranquila para esta joven religiosa, amante de tocar la guitarra y dirigir el coro. Pero Dios pensó para ella en un camino distinto, aunque no menos hermoso.
Un incendio se desató en el hospital y se tuvo que evacuar a muchos de los enfermos de sida. En una cabaña en que se encontraban ocho de ellos, lograron sacar a cinco… pero los otros tres morirían sin remedio.
Entonces, el corazón materno de Sor Anne no pudo contenerse. «Penetró en el interior. Las exhalaciones eran excesivas» contaba una compañera suya. Pero justo en ese momento, el techo colapsó. Junto con ella, murieron también las tres personas que intentó salvar.
No se dejaron esperar los comentarios: la prensa local lo calificó como martirio, toda la gente se conmovió ante su ejemplo. Mons. Michael Rowland, que vive a 500 metros del hospital, reconoció: «Sor Anne ha sido muy valiente. Dio la vida por sus pacientes. Y transmitió una enorme alegría, pues tenía un gran amor por su vocación».
Me pregunto si esta noticia puede resultar trágica a más de uno: ¡Pero… no se salvó! Es verdad, pero, estoy convencido que Sor Anne resplandece ya en el corazón de muchos: «Todas las novicias la adoraban», comentaba Mons. Rowland. Tenía ese amor tierno y maternal, capaz de llevarla incluso a la muerte por sus 3 “hijos”enfermos.
¡Cómo no se me ocurrió contarle esto a mi joven inquisidora de 17 años! A lo mejor se animaba también a ser “madre de familia muy, pero que muy numerosa”… ¿como tú, también?
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