«Será sólo una cena, Juan. Vente». Así me rogó mi hermano para que asistiese al evento que sus amigos le organizaron ayer tras el bautizo de mi sobrino. Era ya algo tarde y no me acababa de convencer de que mi presencia fuese del todo apropiada. Pero conozco a los amigos de mi hermano y he llegado a apreciarlos. Además, no siempre se bautiza a tu primer sobrino… así que decidí asistir.
Al llegar al lugar, nos condujeron a la parte trasera de la casa. Ahí, la bienvenida fue atronadora para mi hermano y, para mi sorpresa, también para mí. Pero pronto me di cuenta que la “cenita” presentaba otras características que no tenía en mente: música a todo volumen, saltos a modo de baile y el ambiente típico de una fiesta de hoy en día, acompañado de Party Rock Anthem de LMFAO, Edge of Glory de Lady Gaga y, cómo no, Juan Luis Guerra con El Niágara en bicicleta e, incluso, una de OV7 para los sentimentales.
Al principio, me sentía como Bin Laden en la Capilla Sixtina: totalmente fuera de lugar. Pero fueron los mismos amigos de mi hermano los que me arroparon, me hicieron conversación e intentaron hacerme pasar un buen rato.
Fue pasando el tiempo y poco a poco me fui empezando a adaptar. La música seguía a todo volumen, pero la conversación y la actitud de los amigos de mi hermano me abrieron los ojos a una realidad que, aún sabiéndolo teóricamente, no la había experimentado de modo tan claro: que a Dios también le gusta una sana diversión. De hecho, contemplando el baile, los disfraces que se pusieron y la pizza que luego nos comimos, recordé el pasaje del Evangelio cuando Cristo invitó a sus apóstoles a retirarse a un lugar apartado para descansar. Y aunque seguramente no escucharían a Lady Gaga, ni llegarían a shufflear no dudo que Pedro o algún otro apóstol tarearían alguna melodía para alegrar el momento.
Y es que una de las características del cristianismo, es que nos permite reír y divertirnos. ¿Quién no recuerda la oración de Santo Tomás Moro pidiéndole a Dios que le dé sentido del humor? Y una de las cosas que movió a Paul Claudel a convertirse fue la homilía de una misa en donde vio a todos reírse. Si Dios permite que sus feligreses se rían, tiene que ser un Dios digno de tener en cuenta. Ah, y ¡cómo olvidar cuando el Cardenal Tonini entró a una discoteca en Italia para hablar con los jóvenes de ahí!
Tras un momento, me dije que ya era suficiente y me despedí de todos en la fiesta. Todos me dieron un fuerte abrazo y me agradecieron muchísimo mi asistencia. Algunos incluso me pidieron hablar después. Y ¿quieren que les diga una cosa? No me arrepiento de haber ido. Son ambientes que, aunque no siempre son apropiados para los sacerdotes, necesitan también que alguien les recuerde que también Dios puede estar presente ahí. Sí, me divertí mucho. Y estoy seguro que Dios habrá soltado una carcajada al ver mi cara de extrañeza cuando llegué... tal y como ahora yo me río al recordarlo.
Gracias a todos los que asistieron por ahí. ¡Hasta la próxima!
Muy buen artìculo Giovanni, un beso enorme
ResponderEliminar!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! exelente mensaje y bien rumiado, su estadia, eso dios estaba muy alegre,al ver uno de sus pastores,trasmitirnos que a el tambien le gusta que estemos alegres,brindemos bromemos dentro de nuestros parametros cristianos, bien padre, mas ahun tratandose de un familiar querido y su retoño, dios amo y ama mucho a la familia y mas ahun a su pastor, felicidades
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