Dios te salve María / Llena eres de gracia / El Señor está contigo / Bendita tú eres entre todas las mujeres / y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús / Santa María, Madre de Dios Ruega por nosotros, pecadores / Ahora y en la hora de nuestra muerte
Por Ángeles Conde.
Nadie muere solo. Aunque así lo parezca.
Al menos, nadie que alguna vez en su vida haya rezado un avemaría.
Y nadie por quien alguien, alguna vez en su vida, haya rezado un avemaría.
Esto es lo que creemos y estamos seguros cuando le decimos a María: “ruega por nosotros… ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Esta mañana conversaba con una madre de familia internada en un hospital que entrará en quirófano el lunes. Me contaba que lleva cinco años con una cirugía semestral obligatoria. Que había vencido un cáncer y la consiguiente quimioterapia, y había batallado entre la vida y la muerte. Estas eran las secuelas, que le parecían leves, y me decía: “si antes quería y rezaba a la Santísima Virgen, ahora mucho más”.
Y ya no le pregunté por qué. Yo sé, como ella, que María escucha las oraciones. Ha escuchado también las mías, toda mi vida. María es Madre. Como Madre, ruega a Dios por nosotros ahora, porque se lo hemos pedido.