Propongo una santa patrona para las uniones libres

Todos los ámbitos de nuestra sociedad se han buscado un protector y santo patrón: comerciantes, sacerdotes, ingenieros, banqueros, políticos, etc. Cada rincón del quehacer humano ha buscado la protección divina y la intercesión de un buen amigo en el cielo. Pues, digo yo, que puestos así, es importante no dejar fuera ningún rincón abandonado, por más doloros que pueda ser para nosotros. Bajando al quid de mi argumento, quisiera proponerles un santo patrono para una de las realidades más preocupantes en nuestra sociedad: las uniones libres entre la juventud de hoy.

Alguno puede preguntarse por qué sacar a colación un tema que no aparenta ser importante en medio de una crisis financiera que asola miles de hogares. En realidad -y creo que varios coincidirán conmigo- la crisis que vivimos tiene afincadas sus raíces en un campo mucho más que el económico: «la crisis económica actual es también una crisis de ética, sin ella la economía no puede funcionar y el hombre tiene que ser el centro de la economía y no al revés» (Papa Benedicto XVI, palabras de bienvenida en el aeropuerto de Barajas, JMJ de Madrid, 18-agosto-2011). Y la constatación en la vida diaria es demoledora. Por poner un botón de muestra, según datos difundidos hoy por el Instituto de Estadística de Cataluña en 2011, los matrimonios católicos disminuyeron un 13 % el año pasado en Cataluña, mientras que las uniones libres aumentaron un 3 %.

Así pues, creo que tenemos que buscar un intercesor por esta realidad humana que, lo queramos o no, se difunde en nuestra sociedad. Podrían haber muchas propuestas, pero yo propongo, una santa tal vez no muy conocida: la beata niña chilena Laura Vicuña.

Retrato de Laura, con sus 12 añitos

¿Quién es la "futura patrona"? Laura nació en Santiago de Chile en 1891. Su padre, Domingo, era un alto oficial del ejército chileno que murió cuando ella apenas tenía 1 año y medio, y su esposa, Mercedes Pino, acababa de dar a luz a otra niña. Mercedes tenía una tienda de costura, pero en 1899 la asaltaron, perdió todas sus pertenencias y se vio obligada a emigrar a Argentina con sus dos hijas. Llegaron a Quilquihué y allí encontró a Manuel Mora con quien se quedó a vivir en unión libre.

Laura y su hermanita ingresaron en el internado de las Hijas de María que el mismo Manuel Mora les pagó. Pero con el pasar de los años Laura fue notando cómo su madre se alejaba de los sacramentos y descubrió que su unión con Manuel era una situación irregular no bendecida por Dios. Por ello, el día de su primera comunión escribió: «Haré cuanto pueda para que Vos seáis conocido y amado y para reparar las ofensas que recibís todos los días de los hombres, especialmente de las personas de mi familia». Ese mismo invierno enfermó gravemente.

Un año más tarde, cuando fue a pasar las vacaciones con su mamá, durante una fiesta Manuel Mora quiso sacarla a bailar. Ante la negativa de la niña, éste la trató con desprecio y se negó a seguir pagando la colegiatura. Laura pudo regresar al internado gracias a una beca que le ofreció la directora. Pero la idea de que su madre estuviese en pecado y se pudiese condenar no la dejaba tranquila. Se propuso entonces intensificar sus oraciones y sacrificios para salvarla. «Para salvar un alma se necesita algo más», pensaba, y, de acuerdo con su confesor ofreció su vida al Señor por la salvación de su madre. A partir de entonces la salud de Laura empezó a empeorar notablemente. Mercedes fue a visitarla, se la llevó consigo y logró que Manuel le permitiese trasladarse a Junín para atenderla mejor.

Mercedes Pino, la madre de la beata

Ni siquiera la enfermedad de la niña logró frenar a este hombre que, no contento con tener a Mercedes, pretendía a toda costa manchar la pureza de Laura. Un día que fue a visitarlas a Junín quiso pasar la noche en su casa y por este motivo tuvo una fuerte discusión con la madre. Laura, reuniendo las pocas fuerzas que aún le quedaban, se asomó a la puerta. Al verla, Manuel se lanzó contra ella, pero gracias a su madre y a la gente que empezó a acudir, se alejó.

Viendo próxima su muerte Laura reveló a su madre la causa real de su enfermedad: «Mamá, la muerte está cerca, yo misma se la he pedido a Jesús. Le he ofrecido mi vida por ti, para que regreses a Él». Su madre, conmovida, le prometió cambiar vida. Finalmente, el 22 de enero de 1904, murió, cuando apenas le faltaban dos meses para cumplir 13 años. Su madre se confesó, comulgó y huyó de Junín para que Manuel no pudiese encontrarla de nuevo. 

Jesús dijo en el Evangelio que «nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos». No es poco el amor que tuvo Laura por su mamá, no es poco lo que hizo para alcanzar el cielo y con ello la santidad: ofrecer su propia vida por la salvación de una sola alma, la de su madre.

¿No les parece que sería una estupenda patrona para las uniones libres de hoy en día? ¿Qué opinan?