Acabamos de ver aquí en casa las dos partes de la séptima película de Harry Potter. Yo, lo reconozco, disfruté mucho. Hace ya tiempo que me carcomía la ilusión de ver en la pantalla lo que la lectura de los libros de Rowling me había regalado en numerosas tardes paseando por sus páginas: un buen entretenimiento y la emoción que proporcionaban las aventuras del estudiante de Hogwarts. Sí, las películas me gustaron... y también pude aprender un poco de ellas.
San Pablo da una recomendación en la primera carta a los Tesalonicenses que a mí siempre me ha gustado mucho: «examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (5, 21). En este sentido, en cada lectura que hago, en cada experiencia, en cada película busco sacar alguna enseñanza que luego pueda aplicar a mi vida. Y "Harry Potter y las reliquias de la muerte" no fue la excepción.
Hubo un momento particularmente importante que quisiera ahora compartir con ustedes y que, en cierto sentido, tiene mucho que ver con los días navideños que estamos viviendo. Tras la "muerte" de Harry en su encuentro con "Quien-no-debe-ser-nombrado" (me da cosa decir Voldem... el nombre), Dumbledore le sale al encuentro y mantiene una de las conversaciones más intensas y curiosas de toda la saga potteriana. En un momento dado comenta algo que a mí se me clavó en el corazón: «no compadezcas a los muertos, Harry. Compadécete de los vivos: sobre todo de aquellos que viven sin amor». ¡Pum!
Me han venido a la mente y al corazón diversas personas que conozco que viven la experiencia de no ser amados: por situaciones familiares, por el abandono, porque sufren debido a la injusticia, por los errores del pasado, etc. Y se me ha clavado una espina en el corazón por no amarles lo suficiente para aliviar este peso.
Y, por un momento, me he parado a pensar todo el amor que he recibido en mi vida y lo deudor que soy. Y aquí es donde la Navidad cobra sentido una vez más: Dios Todopoderoso se hace Niño y viene a salvarme porque me ama. Y si yo hubiese sido el único hombre sobre la faz de la tierra hubiese hecho exactamente lo mismo. ¡Tanto es su amor por mí!
«Compadécete de los vivos que viven sin amor». ¡Cómo quisiera que todos experimentasen en primera persona cuánto los ama Dios! Su vida, incluso en medio de tantísimos sufrimientos, tendría sentido. Creo que este es el principal mensaje de la Navidad: no estás solo, Dios te ama profundamente y viene a la tierra a compartir tus alegrías y tus sufrimientos, tus ocupaciones y tus ratos de ocio. Y de hecho, estoy convencido que ayer por la tarde, mientras los religiosos y sacerdotes veíamos la película de Harry Potter, estaba feliz viéndonos.
Confieso que no soy fanática de Harry Potter... pero su entrada está extraordinaria! La compartí en twitter y en mi muro de facebook, además se la enviaré a mi hijo y sobrinos, quienes si son fanáticos. Gracias!
ResponderEliminarEsta precioso!!! De verdad hay que aprender a ser agradecidos y a devolver en acciones las bendiciones que tenemos y el amor que nos expresan! Muchas veces pensamos en ese amor como algo que nos TIENEN que dar, y no como un extra, como la bendicion que es!!!
ResponderEliminarGracias por esta entrada, que nos abre los ojos y la voluntad para devolver esa deuda de amor!