En 2010, la revista Maxim la catalogó como una de las actrices porno más importantes del año. Y, efectivamente, Brittini -o Jenna Preysler, como se hacía llamar profesionalmente- parecía tenerlo todo y gozar de mucha popularidad en el triste mundo del cine para adultos. Pero lo que casi nadie se imaginaba era que justamente ese año, Brittini comenzó a dar un cambio radical en su vida; un giro inesperado que la condujo a la fe de sus abuelos y a una vida auténticamente feliz.